¡Un Zapato Nuevo!
"Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra." - Gabriel García Marquez
El niño recordaba muy bien el día en que acompaño a su mamá para que le comprase el primer par de zapatos para la escuela. Tan inverosímil fue para él, porque nunca había conocido una tienda de zapatos.
Ésta experiencia fue para él sumamente maravillosa, probó cada uno de los zapatos que su mamá le traía; reproduciendo los casi innatos pasos: probarse el lado derecho y con el andar desnivelado, pasear por el pasillo del salón. Sus pies chuecos no se conformaban con ninguno ya que solo conocían la dureza de la tierra seca y los barros de la arena colorada, ni los de suela de caucho, ni los de goma y los de cuero menos, no pudieron adaptarse a esos extraños pies. Hasta que en la góndola de saldos su mamá encontró unos no muy nuevos mocasines, así es, como muchos dirán horrorosos mocasines que nadie quiere usar, en cambio él los tomó apresurado y se los puso, un alivio lo lleno que ya no quería quitárselos.
Su madre eventualmente compro los zapatos, el estaba feliz, ansioso de empezar la escuela para lucir su zapato nuevo, entre bailes de felicidad y sonrisas de oreja a oreja llegó el primer día de clases, se puso la mochila en la espalda con su libro de cuentos favorito y en los pies su zapato nuevo y fue a la escuela. Caminaba con diligencia para no estropear su zapato nuevo, asi anduvo toda la mañana hasta llegar a su hogar, los pies le dolían, se sentó en la cama, empezó a llorar, su mamá llegó y le preguntó: - ¿Qué te pasa che hijo? Él respondió, entre sollozos: No me quiero quitar mis zapatos nuevos.
Ésta experiencia fue para él sumamente maravillosa, probó cada uno de los zapatos que su mamá le traía; reproduciendo los casi innatos pasos: probarse el lado derecho y con el andar desnivelado, pasear por el pasillo del salón. Sus pies chuecos no se conformaban con ninguno ya que solo conocían la dureza de la tierra seca y los barros de la arena colorada, ni los de suela de caucho, ni los de goma y los de cuero menos, no pudieron adaptarse a esos extraños pies. Hasta que en la góndola de saldos su mamá encontró unos no muy nuevos mocasines, así es, como muchos dirán horrorosos mocasines que nadie quiere usar, en cambio él los tomó apresurado y se los puso, un alivio lo lleno que ya no quería quitárselos.
Su madre eventualmente compro los zapatos, el estaba feliz, ansioso de empezar la escuela para lucir su zapato nuevo, entre bailes de felicidad y sonrisas de oreja a oreja llegó el primer día de clases, se puso la mochila en la espalda con su libro de cuentos favorito y en los pies su zapato nuevo y fue a la escuela. Caminaba con diligencia para no estropear su zapato nuevo, asi anduvo toda la mañana hasta llegar a su hogar, los pies le dolían, se sentó en la cama, empezó a llorar, su mamá llegó y le preguntó: - ¿Qué te pasa che hijo? Él respondió, entre sollozos: No me quiero quitar mis zapatos nuevos.
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